viernes, 5 de abril de 2013

Pueblo Salasaca Están ubicados en la provincia de Tungurahua, en los Andes centrales del Ecuador, pertenecen a la nacionalidad kichwa y hablan la lengua originaria del runa shimi. Sus fiestas tienen una especial esencia prehispánica en la que se recuerdan los míticos agradecimientos al INTY RAIMI, en cada uno de sus bailes, bebidas y vestimentas. Los turistas aprecian el alto grado de originalidad de los diseños y la finura de elaboración de los tejidos de los Salasacas los cuales son elaborados especialmente por las mujeres. En cada vivienda existe por lo menos un telar, en el cual tejen la lana de ovejas que ellos mismos lavan y tinturan con colores vegetales donde cada uno de los diseños, evoca a antiguos dioses Como es el Cerro sagrado de Teligote donde año tras año a finales del mes de agosto realizan peregrinaciones, en la cual los jóvenes Salasacas recolectan plantas para elaborar las tinturas con las cuales colorean sus vestidos, como también esencias y medicinas. El trueque que realizan con la comunidad de los Chibuleos; con los cuales intercambian sus alimentos, animales y artesanías. ACTIVIDADES: Paseo a caballo por la comunidad y la visita a talleres artesanales. Compartir con la comunidad actividades cotidianas de agricultura. SERVICIOS: La comida tradicional que es a base de varios tipos de maíz y su hospedaje comunitario cuenta con cabañas familiares tiene capacidad hasta para grupos de 12 personas. Salasacas mantienen tradiciones indígenas en Día de los Difuntos SALASACA, Tungurahua | Wilson Pinto Fotos Ver más SALASACA, Tungurahua. Colada morada, guaguas de pan y cuyes, son los principales alimentos que comparten las familias en su visita al cementerio. Comida y bebidas llevan las familias al cementerio para compartir con los difuntos. La parroquia Salasaca, del cantón Pelileo, al oriente de la provincia de Tungurahua, es la parroquia indígena en donde son más notorias las costumbres ancestrales para la recordación del Día de los Difuntos. Decenas de familias se reúnen al pie de las tumbas de sus seres queridos para compartir los alimentos que más les gustaban a quienes les antecedieron en la partida de este mundo, lo que acompañan con un vaso de vino. Desde muy temprano de cada 2 de noviembre comienzan a llegar al cementerio en vehículos o a pie desde diferentes partes, no solo de la parroquia, sino incluso de otras provincias del país y exterior. Todos llegan cargados de alimentos, los más comunes son cuy, conejo, papas, pan, mote y habas hasta reunirse todos los miembros de cada familia. Para servirse todos comparten de cada porción. Alrededor de quince miembros de la familia Masaquiza-Jerez asistieron al cementerio parroquial “para compartir no solo los alimentos, sino también alegría”, dijo Marcia Masaquiza, quien asegura que esta costumbre es anterior a la llegada de los españoles a América como una forma de venerar a quienes dejaron esta tierra. Explicó que para los pueblos indígenas, como el Salasaca, que aún conserva esta costumbre, la conmemoración del Día de los Difuntos es la relación con sus ancestros, la tierra, la divinidad y con todo lo que les permite estar en armonía con la vida misma, por lo que afirma que se sienten orgullosos de conservar las costumbres y tradiciones de los antepasados. Gloria Masaquiza también llegó cargando sus alimentos y acompañada por su hija Zoila Pilla y su nieta Cinthia Masaquiza, por lo que advierte que en Salasaca esta tradición se mantendrá en el tiempo, porque así como hicieron sus padres, ahora ella se encarga de transmitirla a su descendencia e igual espera que hagan con los que vendrán después. No obstante, al otro extremo de la provincia de Tungurahua, en la parroquia Santa Rosa, que también tiene influencia de población indígena, María Melchor Agualongo y Simón Chango, dicen que la modernidad le está ganando a las costumbres y tradiciones de los ancestros en el Día de los Difuntos, “casi ya nadie lleva la colada morada o las guaguas de pan para compartir con los muertos en las visitas al cementerio”, dijo. Chango aseguró que especialmente los jóvenes poco a poco se alejan de estas costumbres, advierte que ahora ni siquiera visitan los cementerios. “Antes cocinábamos cuyes, conejos, pan y colada morada para compartir con otras familias, pero en la actualidad apenas si se hace en cada familia”.

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